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22 de mayo de 2002

”Isla de Silencios”

                                          A propósito de ”Isla de Silencios”

                                                             de Miguel Vázquez García. mayo, 2002


                                         “Tú que consagras la creación del verbo
                                          no condenes mi isla a los silencios
                                           no alejes mi poética del parnaso
                                           y hagas de mí puro desprendimiento”

Y que sea el aire, ese aire,
aire surgido del caos,
fluido por sábanas cantoras de salmos,
suspiros y cantatas de serena pureza,
que se prostituya apuntalando lo innombrable:
a ese fantoche de trágica madera,
ajeno a la llamada del sollozo semejante.
A ese rey bufo, sansebastianizador
del militante desprendimiento,
en un parnaso de lluvias seculares,
de sortílegas palabras,
epifanía jubilosa de la nata carnal
no nacida aún al aire que la espera.

Y que sea el aire, ese aire,
convertido en patíbulo al vacío,
entierro colmado de estrellas,
de rojos goterones por el azul ultrajado.
El mismo aire consagrado por Neruda,
máxima aurora de los paraísos australes
e islas pobladas de silencios por siempre,
por estar para contarlo en sueños,
en duermevela de arañazos y olas afiladas,
ante el estrago a la palabra al amor debida
y ante ángeles muertos en los estadios,
despojados de su divinidad y de su voz.

Y que sea el aire, ese aire,
sábana de inaplazables cópulas,
desde Bóreas elemental, trascendente,
el que sostenga el espadón
del gusano fratricida, reprobado
y reclamado por un poeta acuático
despeinado por el aire, ese aire,
corona y cabellera, pensamiento
y quebranto del compañero presente,
resistente, que no huye hacia la ausencia
y en su noche es ferrocarril, torrente,
imantada cordillera que no calla,
lengua de piedra concedida y convocada.

Y que sea el aire, sí, ese aire,
el que enseñe a decir como un oboe dice
y a pulsar como la lira que el ciego pulsa,
que palpa escalas y las sube
con la púa y tacto que ve lo que canta
por propagarlo por el aire, ese aire,
gaditano de alegrías y de tangos,
de décimas y zambas de la esperanza
amanecida en sierras,
bahías, vientres iluminados;
y no ese aire de mortaja y asesinato
que ensarta corazones y gargantas
con vara enroscada de dorados robles.

Y que sea el aire, ese aire...
Sí.
Andamio para los suspiros del dolor
y coplas vulneradas por la infamia;
aire de la poética a todo trance,
en que nos asistan ángeles
conocedores del canto-noche,
que no callan la Historia y la Cantata,
Crimen General de América Latina,
continente tan nuestro en el dolor
y en el aire...

Ese aire como nuestra herida de ser seres,
aire de palabras como espuelas y claveles en verbo,
memoria, son y uvas de desprendimiento,
Miguel.

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