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25 de julio de 2015

Francisco Tornay de Cózar, hijo predilecto de la Ciudad de La Línea de la Concepción.



Señor Alcalde, Señores Concejales, Autoridades, paisanos, señoras y señores

Mi primer recuerdo de Paco Tornay se me dibuja en mi infancia. Yo acudía con cierta frecuencia a La Rosa, la papelería y librería de la calle de Las Flores, bien cumpliendo algún encargo de mi padre o bien en busca de algún tebeo o de algún libro, que ya empezaba a aficionarme a la lectura. Y sí recuerdo, vivamente, como remoloneaba si en esos momentos había tertulia. Casi siempre el tema era de películas, de obras de teatro, de fotografía; y, sobre todo, de personajes de la vida cotidiana que tuvieron alguna relevancia, bien por la extravagante anécdota o bien por el hecho de ser considerados insignes vecinos dignos de admiración; también de la época buena de La Línea, aquella que pasó y no ha vuelto… Todos aquellos temas me interesaban enormemente y me atraían hasta el asombro; pero siempre desde un silencio respetuoso… cosas de entonces.

De entre los contertulios destacaba sobremanera uno; no era muy mayor entonces, pero para un niño veinte años por encima es toda una vida. A este señor daba gusto oírle y todos le atendían con agrado y respeto, no digamos de mí que estaba anonadado ante tanta sabiduría al alcance de la mano. Ese señor era Paco Tornay, y el contenido de aquellas tertulias desvelaba nuestra identidad a través de una serie de personajes, linenses o gibraltareños, y de hechos que configuraron la personalidad de este Pueblo, desde la lucidez o la torpeza manifiestamente juntas, con aciertos y errores, con hilaridad o dramatismo. Ante mí se abría la grandeza de buenos vecinos, de olvidados por la Historia, sí; pero esforzados campeones de la invención de esta ciudad. La admirable construcción de la ciudad que requiere nuestro Pueblo, y no me refiero a ladrillos precisamente, con una constante que iba a prevalecer siempre sobre cualquier rasgo, sobre cualquier otra característica: el perfil solidario, tolerante y acogedor de este Pueblo.

Más adelante, ya crecido y ambientado en los temas antiguos de La Línea, tras haber indagado por mi cuenta con maravillosas lecturas que había encontrado por casa, me atrevía a hacer preguntas a D. Francisco Tornay de Cózar, siempre Paco Tornay. Sin querer molestarle, tuve el atrevimiento de interesarme por temas y momentos de nuestra Historia. Y Paco siempre derrochaba su sabiduría y consejos con una familiaridad que daba confianza, ejercía un magisterio desde el más elemental de los sitiales de la didáctica: la sencillez. Siempre fue, Paco Tornay, asequible para quienes se acercaban a él en busca del conocimiento de nuestra Historia. Y él lo divulgaba con generosidad.

Hay un antes y un después de Tornay. Antes, hubo textos, recortes de periódicos, mapas, cacharros y artefactos, armas oxidadas y fotografías amarillentas, herrumbre y olvido, actas municipales y documentos inaccesibles, referencias a lejanas colecciones y museos, objetos, verdades y fantasías sobre nuestra Historia, también algunos libros de no muy fácil localización. Después, hay un buen puñado de linenses que continúan la labor que él inició; desde que Paco Tornay mostró el camino de entre los cachivaches hasta el conocimiento profundo. Existe el Archivo Municipal, su gran obra. Desde 1991 Francisco Tornay, fue el responsable del Archivo Histórico Municipal, con el título de Archivero Honorífico Municipal de La Línea, que le fue otorgado por una sesión plenaria de la Corporación Municipal. Fue Concejal Delegado Especial de Archivo, Museo y Biblioteca durante los años 1983 y 1991. Un después en que existe un rigor y que nuestro Paco Tornay supo impulsar desde su incansable labor, su tenacidad y la sencillez de un hombre pacífico que pretendía el conocimiento y el sentido de la vida desde la elementalidad de lo cercano. Labor incansable que mereció y merece nuestro respeto; y, es de esperar, el compromiso de quienes nos gobiernen, hoy y en lo sucesivo, de velar y hacer valer el conocimiento de nuestra Cultura, para que los hombres y mujeres de este pueblo sepamos quiénes somos y, a ser posible, adónde vamos..

Paco Tornay ha escrito cerca de un millar de artículos como colaborador en las revistas "Carteya", "Alameda", "Almoraima" del Instituto de Estudios Campo gibraltareños. Algunas lamentablemente desaparecidas o como la de la Fundación Municipal de Cultura de La Línea, "La Línea Cultural", vilmente degollada. También fue colaborador en los diarios "Área" y "Europa Sur". Recuerdo con especial devoción una serie que tituló “Radiografía de las calles linenses”, entre tantos otros.

En cuanto a cargos, laborales, culturales y distinciones, podemos enumerar los siguientes: Cofundador y socio de honor, de la Agrupación Fotográfica Artística Linense (A.F.A.L.). Como archivero, participó en las Jornadas provinciales de Archivos Municipales celebradas en Sanlúcar de Barrameda en 1986, y en Cádiz en 1987, organizadas por la Excma. Diputación Provincial. Miembro de la finiquitada Fundación Municipal de Cultura de La Línea, y del Instituto de Estudios Campo gibraltareños, Mancomunidad de Municipios, -Sección Segunda- de Arqueología, Etnografía, Patrimonio y Arquitectura. Igualmente perteneció al Ateneo Literario, Artístico, Científico y Marítimo "José Román" de Algeciras.

Participó en las II Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar, celebradas en La Línea en 1994, con la ponencia; "La Navegación a Vapor y el Puerto de Gibraltar" En la Primera Jornada de Archivística del Campo de Gibraltar, celebrada en San Roque en 1995, con la ponencia "El Archivo Histórico Municipal de La Línea de la Concepción", organizada por el Instituto de Estudios Campo gibraltareños.

En cuanto a las distinciones que recibió podemos destacar la medalla de la Paz del Reino Unido que se concede a quienes lucharon por la Paz, otorgada en Gibraltar, año 1995, por un grupo de amigos gibraltareños en nombre de la Legión Real Británica. Este galardón se concede a todas aquellas personas que de alguna manera participaron, o colaboraron, con la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial. Le fue otorgada la Placa de Plata de la provincia de Cádiz, impuesta por el Presidente de la Excma. Diputación Provincial en 1996, en reconocimiento a la labor de archivista llevada a cabo en su ciudad, La Línea de la Concepción. Se le concedió La Uva Cultural 1998 de Radio Algeciras Cadena Ser. En 1998 se creó la "Casa de Oficios Francisco Tornay", dedicada a la enseñanza de temas relacionados con archivos, encuadernación y restauración, y en su honor tomó su nombre.

Para dejar constancia de su producción, es preciso citar sus publicaciones: "La Línea de Gibraltar". Origen Militar de la Línea de la Concepción 1730-1810". Editado por la Diputación Provincial de Cádiz en 1983. También por la Diputación Provincial de Cádiz, en 1997, publicó "Gibraltar y su Prensa". Tito Benady tradujo al inglés un artículo suyo, "El General Castaños. El Campo de Gibraltar y su Relación con los Ingleses", para la revista HERITAGE, Revista del Patrimonio Artístico y Cultural de Gibraltar. Más tarde vendrían otras obras como: "Las Calles de La Línea", "Obreros del carbón Mineral en el Puerto de Gibraltar", "Historia de la Prensa en el Campo de Gibraltar", en este libro me confirió el honor de ser prologuista sin yo tener ningún mérito para ello; pero así era nuestro querido Paco Tornay…

Para mí, que siempre estuve atento a sus trabajos, lo más admirable de Francisco Tornay de Cózar es una virtud que merece, con mucho, la distinción que hoy recibe. Tras hacer un cálculo de sus publicaciones y reconocimientos, hay algo que debe destacarse para ejemplo de quienes quedan y quienes están por venir en este maravilloso espacio de luminosidad constante entre dos mares. Me refiero a su tenacidad, al empeño por saber más, al afán de ampliar sus conocimientos en un esfuerzo que le hizo superar circunstancias que no fueron las idóneas. Paco no pudo terminar la instrucción primaria, pero se vio en la necesidad a asistir a clases nocturnas en escuelas privadas. Por esa circunstancia, él se considera un obrero autodidacta, con toda la aureola de liberación personal que sugiere el concepto. Embarcado en esa aventura del aprendizaje, estudió encuadernación y periodismo por correspondencia, entre los años 1956 y 1961. Igualmente aprobó el curso de Auxiliar Administrativo organizado por el P.P.O., en 1969. Por su apasionada afición a la Historia, se especializó en el estudio e investigación histórica del campo de Gibraltar, preferiblemente de La Línea y Gibraltar.

Ese su espíritu de superación le elevó hasta hacerse con las precisas herramientas para conseguir sus objetivos. Y tras la superación y el esfuerzo ante las dificultades, que las tuvo, entregó generosamente sus frutos a un Pueblo que amó sinceramente, Pueblo que también siempre le reconoció como a unos de su más preclaros vecinos. Siempre recordaré a Paco Tornay como un hombre que supo ganarse el afecto con afecto, derrochando sencillez y amabilidad. Yo siempre recordaré a Paco Tornay como un amigo feliz, el que supo ordenar los cachivaches de sus desvelos para llegar al conocimiento de los hombres y mujeres de La Línea en su entorno natural.

En una ocasión le pregunté a Paco por una insignia preciosa que yo había visto en la solapa de algunos concejales y alcaldes. Naturalmente, Paco libro abierto, me dio detalles del tema. También me dijo que ya no quedaba ninguna y que no se habían encargado más. Pero Paco me miró con sus ojillos de buscador de tesoros. Debió adivinar mi ilusión por hacerme con una de esas insignias con el escudo del Ayuntamiento de La Línea y me dijo, como si estuviera hurgando entre recortes y fotografías, que creía tener idea de donde podría tener una. Me dijo: “Tu la vas a tener”. No puede imaginarme, entonces, que la llevaría con todo orgullo en este día en que he tenido el honor de hablarles en esta Casa Consistorial, aunque a grandes rasgos, de un gran linense, digno de todos los honores y de figurar con todo merecimiento en la ilustre galería de nuestra memoria colectiva.


Augusto García Flores, 25 de julio de 2015


12 de marzo de 2015

Bajo un drago

Un drago es cúpula y vientre, gigantesca antigüedad;
de zureo y beso, registro; tacto de hojas y de manos
en primicias esenciales.

En la arisca urbe, retablo; ante el mar, anclada nave;
vegetal pulpo en jardín, en terrena inclinación
de molusco urbanizado.

El ciclópeo tronco entiende a balandros y a gabarras,
a la voz del mar en pisos, a bocinas de autobuses,
y a los fuegos a su sombra.

Es tan vivo el aleteo de los cuerpos por la orilla,
en la playa del latido, como un pecho de paloma
entre ramas de un dios drago.

El hallazgo entre sus ramas, de oro vivo y plumón tibio,
es la savia de ternura que se pierde en la ciudad
por los cauces del estruendo.

El fragante esplendor

¡Alabad el árbol que desde la carroña
                sube jubiloso hacia el cielo!
                                   Bertold Brecht.

Quien con árboles habla, natural soliloquio
ante el tótem viviente, de sus formas escucha
la canción solidaria, la inquietud compartida,
el proyecto de bosques en ciudades soñadas.

Conversar con un árbol en encuentro precioso,
dialogar en susurros y encontrar la palabras
en las hojas escritas, es vital testimonio
con la tinta y la letra de universo admirable.

La esperanza de oírle hace hablar al que escucha
su arboleda interior; se sustenta en guirnaldas
de esa luz generosa que se iguala en los sueños
con un ritmo de pájaros por los mimbres del júbilo.

Se vislumbran los zumos, generosos y alegres,
circular por las venas en caprichos trenzadas;
sólo un caos de testuces en la calma se empina,
un rigor de serruchos y alboroto de hocicos.

La belleza no mira; pero exhibe en sus formas
el supremo esplendor de la mínima gota,
el fulgor manifiesto de la brizna que vuela,
el inquieto valor de lo humano en su jungla.

En su armónica hechura se resume la estética,
del origen legado, de torcaces y azores,
de la extraña vigilia de los búhos en la noche
entre seres que esperan en mitad del tumulto.

Atunara

La alborada desvela su misterio en la orilla,
la ecuación de las barcas con claveles descalzos,
de alhelíes que acechan las mudables mareas
tras hogueras de espera con café y aguardiente.

Se inspiran los barruntos, hostiles o propicios,
en halos de la luna sonámbula en la aurora;
florida en la almadraba la vida se desnuda
tan cerca del milagro de andar sobre la mar.

Claveles por la playa despiertan al albor
de coros ante el árbol cuajado de naranjas
que pinta el horizonte, y esperan con su luz
la plata en colibríes de azules aleteos.

Descalzos bajo el sol, avivan limpios himnos
de arterias que proclaman la sal de su existencia:
legítima heredad de cala y caladero,
la eterna ley del mar en flujo universal.

Las bocas de la sal repiten su abundancia;
las ascuas del espeto despiertan con los brazos
y enseñan al mar ritmos de enjambres animosos
en íntegra mesura y estoica dignidad.

Un cante, entre las voces de duras singladuras,
varado en la neblina con soplos de levante,
navega tras la rosa libérrima del viento
en íntima obediencia de verdes serpentinos.

La bravura se nutre con la flor litoral
y un destino mordido por dientes de rudeza
bajo una astrología de peces y corrucos
trabada a los esmeros de redes y palangres.

Y afina el aire cuerdas en virtud del valor
en la orilla fundado; y la hermosa ecuación
del coraje esencial, de alhelíes y claveles
en la brega del copo con la sangre en el cenit.

A voz en grito

a mi pueblo, dividido e indiviso

Hay voces con las lágrimas espesas y colmadas
de gritos encerrados, errantes por las venas;
su verdad, sin cautela, cancelas saltan, funden
las llaves de las verjas y burlan alambradas.

Son voces agarradas al pecho resistente,
y vientos con reproches que azuzan las gargantas;
de amor encabritado con clavos del vocablo
que rompe los cerrojos con médula de audacia.

Hay voces que se cuecen con sal de las medusas
y besos como avispas con leyes del aullido;
adagios de gaviotas, muy ágiles, muy largos,
que saltan las barreras y quiebran el susurro.

Son voces de altos ramos, de espinas que florecen
con hojas afiladas, desgarros en un grito;
gorriones insumisos que en brava gala rugen
con trinos de pañales o trenos de mortajas.

Hay voces empapadas que a gritos se rebelan,
ahogadas de abandono; empeño en ser abrazo,
en ser clavel sin trabas, no lengua enmudecida,
ni anclado al infortunio ni uncidos al destino.

Yo fui invitado a ser pañuelo, boca y grito
con ojos naufragados en campo de reptiles;
a ser voz de alma en vuelo por cielos salpicados
de aullidos formidables ante ojos de guardianes.

Nadie diga que allí hubo más bandera que el grito
tremolado en la rabia, compartida y aguda,
con su dardos de besos y el recelo en los ojos;
quemazón sin sordina, sin mordaza, con alas.

Nadie diga que el monte no lloró, que lloró;
que lloró el arenal y el salvaje cardillo,
el paisaje y el pozo, y el charol de una tregua
insegura en la brisa saturada de rabia.

Yo fui invitado a ser un barco en el atril
de un mar a boca llena, a un plante desgarrado
en clave de agria lengua, a un cielo a ras del suelo,
a un reto en altos gritos con pértigas rebeldes.

El nombre de mi ciudad

Si tú me dices, Flérida, si nombras mi ciudad
perdida en ramos mudos, sabré alzar colinas
encima de una estrofa tronchada junto al mar;
sabré su nombre oculto, su nombre inalcanzable.

Si tú nombras la calle del sol en que vivimos,
me otorgo a tus hogueras, las piras cristalinas
entre ascuas de palabras, pavesas de tu boca;
veré un silencio en llamas que encienda rosas blancas.

Si nombras nuestra casa, su sombra de claveles,
si abres los balcones al bosque en que nacimos,
del mar siempre seremos, de playas y archipiélagos.

Si tú dices mi nombre pondré helecho en tu oído,
susurros de la lluvia en ramos venerables.
Atiende al suplicante que espera oír su nombre.

A la mar que es el vivir

Los ríos van a la mar que es el vivir
y traen consigo un rastro de hojarasca
con velos y nostalgias de los sauces
que tiemblan por caminos y riberas.

Las calles de ciudades que no duermen,
renacen en la mar que es su destino,
y alientan con la voz de los hogares
augurios de una luz que nunca muera.

Los ríos traen el silencio de los lagos,
de bocas donde saltan los veneros
con sombras que amortaja a la junquera.

Los niños por las calles van descalzos
en busca de las fuentes saltarinas,
campiñas con marinas y violines.


Yo voy por mi ciudad hasta la vida,
en busca de sirenas y amapolas
que vivan a la orilla de cada agua.