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4 de junio de 2014

Letanía de la plaza

La ciudad de los laureles hace ramos de hojalata
y guirnaldas con escombros.

La ciudad de los espejos descalabra a sus azogues
y a la imagen de sus sombras.

La ciudad de los jilgueros a los gatos pone altares
y hace coros con los cuervos.

La ciudad de las campanas derribó los campanarios
y hace torres con cencerros.

La ciudad de los ingenuos al impostor entroniza
y consulta sus relojes.

La ciudad de los tallistas acoge al iconoclasta
y le erige monumentos.

La ciudad de las palomas a los pichones desprecia
y doctora al gavilán.

La ciudad de los rosales se corona con espinas
y envenena con sus pétalos.

La ciudad de los actores hace piras con butacas
y jirones de telones.

La ciudad de los pañeros cubre al viento con harapos
y tirita entre chatarras.

La ciudad de los trigales hace pan con sus cenizas
y abandona al panadero.

La ciudad de los mineros hace anillos con la escoria
y collares de grisú.

La ciudad de los atletas siembra hamacas en la playa
y amapola en los gimnasios.

La ciudad de los pintores hace fotos de las plazas
y el fotógrafo las pinta.

La ciudad de los pianistas con las teclas hace leña
y antorchas con las batutas.

La ciudad de los jardines rechaza a los pajareros
y los trinos sintetiza.

La ciudad de los corderos su redil abre a los lobos
y con tripas teje alfombras.

La ciudad de los caballos pone trabas al galope
y ata corto a sus jinetes.

La ciudad de los lectores olvidó el abecedario
y enmudece a sus cronistas.

La ciudad de los mezquinos se disfraza de rebelde
y confunde con enigmas.

La ciudad de los astutos a los picaros ensalza
y disculpa a los bribones.

La ciudad de los cosméticos no conversa con las fuentes
y presume de hermosura.

La ciudad de los tahúres con marcadas cartas juega
y baraja en los tugurios.

La ciudad de los sicarios lustra puñal y revólver
y a las balas pone nombres.

La ciudad de las ideas cultiva la desnudez
y sus huecos se hacen pozos.

La ciudad de los romances condecora a charlatanes
y destierra a sus poetas.

La ciudad de los excéntricos alza edificios sin ojos
y derriba los paisajes.

La ciudad de los orfebres se viste con abalorios
y malvende su memoria.

La ciudad de los filántropos acaricia la ternura
y enriquece al usurero.

La ciudad de los discursos compra arengas a farsantes
y sus nombres pone a calles.

La ciudad de los osados a culebras tiende puentes
y extermina la hermosura.

La ciudad de los atunes azufra las almadrabas
y diseca a los delfines.

La ciudad de los marinos cierra puertas a la mar
y amuralla sus orillas.