Letanía de la plaza
La
ciudad de los laureles hace ramos de hojalata
y
guirnaldas con escombros.
La
ciudad de los espejos descalabra a sus azogues
y
a la imagen de sus sombras.
La
ciudad de los jilgueros a los gatos pone altares
y
hace coros con los cuervos.
La
ciudad de las campanas derribó los campanarios
y
hace torres con cencerros.
La
ciudad de los ingenuos al impostor entroniza
y
consulta sus relojes.
La
ciudad de los tallistas acoge al iconoclasta
y
le erige monumentos.
La
ciudad de las palomas a los pichones desprecia
y
doctora al gavilán.
La
ciudad de los rosales se corona con espinas
y
envenena con sus pétalos.
La
ciudad de los actores hace piras con butacas
y
jirones de telones.
La
ciudad de los pañeros cubre al viento con harapos
y
tirita entre chatarras.
La
ciudad de los trigales hace pan con sus cenizas
y
abandona al panadero.
La
ciudad de los mineros hace anillos con la escoria
y
collares de grisú.
La
ciudad de los atletas siembra hamacas en la playa
y
amapola en los gimnasios.
La
ciudad de los pintores hace fotos de las plazas
y
el fotógrafo las pinta.
La
ciudad de los pianistas con las teclas hace leña
y
antorchas con las batutas.
La
ciudad de los jardines rechaza a los pajareros
y
los trinos sintetiza.
La
ciudad de los corderos su redil abre a los lobos
y
con tripas teje alfombras.
La
ciudad de los caballos pone trabas al galope
y
ata corto a sus jinetes.
La
ciudad de los lectores olvidó el abecedario
y
enmudece a sus cronistas.
La
ciudad de los mezquinos se disfraza de rebelde
y
confunde con enigmas.
La
ciudad de los astutos a los picaros ensalza
y
disculpa a los bribones.
La
ciudad de los cosméticos no conversa con las fuentes
y
presume de hermosura.
La
ciudad de los tahúres con marcadas cartas juega
y
baraja en los tugurios.
La
ciudad de los sicarios lustra puñal y revólver
y
a las balas pone nombres.
La
ciudad de las ideas cultiva la desnudez
y
sus huecos se hacen pozos.
La
ciudad de los romances condecora a charlatanes
y
destierra a sus poetas.
La
ciudad de los excéntricos alza edificios sin ojos
y
derriba los paisajes.
La
ciudad de los orfebres se viste con abalorios
y
malvende su memoria.
La
ciudad de los filántropos acaricia la ternura
y
enriquece al usurero.
La
ciudad de los discursos compra arengas a farsantes
y
sus nombres pone a calles.
La
ciudad de los osados a culebras tiende puentes
y
extermina la hermosura.
La
ciudad de los atunes azufra las almadrabas
y
diseca a los delfines.
La
ciudad de los marinos cierra puertas a la mar
y
amuralla sus orillas.