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8 de septiembre de 1997

El Ribot

Reconstrucción de los húmedos folios del presunto maestro y visionario Sebasté de Sebastianes.

            Conviene recordar que Sebasté de Sebastianes, apócrifo maestro de edad indefinida, suele dirigirse a los ediles del Ayuntamiento, lógicamente de su época; a quienes considera como legítimos representantes de todo su amado pueblo linense. Es él quien define así la figura: “El que suscribe busca la antonomasia y por falta de imaginación no ve más posibilidad que la de recurrir a Vuestras Sapiencias.” Insiste en que por todos votó ya que merece ser votado “todo el que se ofrece a gobernar a esta muy noble ciudad”. Siguiendo su costumbre se dirige al Pleno Consistorial, como vehículo, para desarrollar estas consideraciones de hechos de hace, en esta oportunidad, más de tres mil años...

            “Permitan vuestras Nobles Entendederas que nos situemos en los entresijos de los tiempos y accedan por sus umbrales, que es inútil pensar que nuestra amada Ciudad pueda ser tan joven como su Concejo, por muy Excelentísimo que este sea ni por muy hermosos jardines que le cobijen.” Lo fueron en su día, ciertamente... Insiste: “Potísimos, no quisiera importunar a Sus Lealtades con devaneos protohistóricos. Por eso es que tengo las fuentes a mano, a disposición de sus demandas y en cuadriplicada manera para hacer valer las pretensiones que en esta ocasión esgrimo.” En esta oportunidad de Sebastianes sostiene la petición de rótulo para Ribot, El Ribot precisa en su entusiasmo lingüístico. Considera que el denominado Punto Ribot es una de las esencias de este pueblo nuestro y una de las más puras reliquias de antigüedad que se conservan, al menos en la palabra... Insiste en la calificación de Punto por haber sido un “considerable asentamiento de viviendas de personas, de las que somos herederos de cultura y solar”. Afirma, y es de admitir sin reservas, que la ciudad fue asimismo denominada en cierto momento como Punto de La Línea. Luego, tiene palabras de garboso desprecio para “aquella pusilánime gente de hablar ligero que en algún momento, malhadado sea, ha dicho Punta a lo que, de todos es sabido, se considera Punto. Y lo es, por serlo de localización en el mapa mundo de estas sangres nuestras, en este caso.” Acaba su ácido guiriloquio mandando a estos “culpables de lesa parla a las moradas del Diccionario, que sin duda sería purgatorio para sus manoalzadas y vuelaplumas de los dichos...”

            “Desde que el mundo mundo es, se ha oído a nuestros más mayores, referirse al Punto Ribot, localizándolo por el cruce del Camino Ancho... con otro camino de rodelas que viene de la Atunara y continúa hasta una muy amena alameda en Campamento. También por allí se despedazan fortines de teutónico mandato...” El tal camino de rodelas es una moderna aunque sinuosa avenida. ¡Qué manías! Tiene Sebasté un recuerdo emocionado por la Venta la Gloria, que por allí se encontraba, aunque rectifica diciendo que “no pretendo amontonar nostalgias inútiles ni hueros recuerdos de tópicos amarillentos”. Afirma que Ribot tiene un desarrollo morfemático ibérico y que en sus entretelas se encuentran los elementos IRR y BOT, que “con metátesis incluidas y tras latinizarse, aparece la inversión fónica... porque IRR suele hacer RI en todo el mundo tarteso-levantino parlante que se acomoda a los latinos giros; gente tan pelma, digo la latina aquella que ellos mismos se llamaban asimismo lacios.” (Sic.) En definitiva, viene a afirmarnos Sebasté que el topónimo en cuestión no significa otra cosa que trigal, naturalmente masculino. “Como en nada se parece al árabe sonido ¡Qué lástima! con lo que nos gusta arabizar nuestros desconocimientos... y es más la semejanza a algo catalán...  porque es verdad que tiene aires sardaneros o de paella... Y es preciso desconfiar de los topónimos que recuerdan apellidos...”
            A cualquiera le puede resultar extraño, muy extraño, que tierras tan húmedas como las nuestras sean capaces de proporcionar trigos al censo... Sale al paso de Sebastianes acudiendo, cómo no, a su maestro y primer mentor. “Afirma mi admirado y notable paisano, el regidor jurado Portillo, que a los mismos pies de la Carbonera, muy cerca de las Pedreras, antiguo Partido de Pedreras, se encontraban tierras de labrantío que buen trigo proporcionaban...” Ciertamente que el edil gibraltareño hace esas afirmaciones que el mismo López de Ayala corrobora, pero no era tan bueno el trigo como quiere afirmar Sebasté sino que era más bien de ‘ínfima categoría’, apreciación que hasta Portillo acepta. Lo cierto es que ambos autores coinciden en que trigales había en la zona y tras leer a ambos no se puede afirmar nada en contra. Si los doctores de las etimologías no contradicen a Sebasté, su tesis tiene por una parte, la consistencia de la interpretación de la “amalgama morfemática ibero-tartésica” y por otra la ratificación del referente con la referencia. Si aceptamos estas teorías sebastianas, habremos de admitir que “no sólo aportamos piedras angulares y de cimientos base para la construcción de Carteya”, una candidata a ser Tartessos, (hoy Refinería), “desde nuestras Pedreras; canteras a las que las Historias dieron afamada noticia. Sino que, además, hicimos para aquella parroquia, la más que trimilenaria Carteya, molienda de nuestro grano. Y tras amasar la harina, que en aquellos modernos tiempos sería si no de la buena sí de la que había, quitar gazuzas a gente tan traída y llevada por la monedas, las historias y las arqueologías como el mismísimo Argantonio, Señor de Carteya. Tiernos bollitos para hacer bocatas a tantos otros señores, auténticos eminentísimos mandamases, mandaretas y mandariles incluidos, de nuestros tar-tar-abuelos,(sic) …la tartésica gente a la que estamos emparentados por sangres, levanteras y cosechas. De cualquier manera, y según afirman las lumbreras que convoca el padre Iñaqui…” (Se refiere a Ignacio López de Ayala, como los asiduos lectores ya saben) “…, en Calpe comienzan las Gades, o las Kideis, o las Gadeiras, segun quien lo chapurreara.”... “Al fin, todos hemos acabado chapurreando aquel bello idioma.”

            En un órdago al amor localista, Sebasté concluye sus fervores con un final coreográfico: “Quién renuncia al orgullo de ser linense. Orgullo o autoestima como afirman los...cortos” (sic) Hay un hueco en el original que impide concretar lo de... ‘corto’. “¿Quién afirma que somos un pueblo reciente y sin posos en la Historia? ¿Quién dice que así nos va por ser lampiños en los arcaicos recovecos de páginas y monumentos? Bien pudiera la ciudad haberse llamado Ribot, si nuestra matriz calpense se hubiese desarrollado con la normalidad que da el sosiego geográfico exento de aduanas. Si no hubiesen existido los follones aquellos entre angevinos y austrias. Y si el inglés no hubiese estado más atento a los oros y a las espadas, ni los mandaretas tanto a las copas y a los bastos... La del Trigal hubiera sido, sin tapujos, gente de amasijo y levaduras... ¡Qué Triana se pierde esa Sevilla! Pero ¡Estamos a tiempo!”

            Remata Sebasté: “Quisiera, Notables Munícipes, que una calle, o alguna avenida de entre tantas de insulsa fama, se denominara Ribot. Sirva para refrescar las memorias tan dormidas por los muchos años que este pueblo anda hurgando por estos arenales su pan de cada día, y nunca mejor a cuento vino el lugar común. Sirva también de homenaje a los buenos panaderos que en la ciudad hubo y hay... A sus vidas dedicadas a servir el sustento elemental entre levaduras, artesas y madrugones. Brindis también a los hornos de aquella parte, los panaderos de pistolete y pan de lata... Si nos ponemos a hablar de nuestro pan, Potísimos... ¿Desde cuándo funcionan estas sureñas currantías que la luz del azul proclama como fértil arenal de las faenas...”

            Sebasté continuará su andadura por estas épocas tan remotas como su capacidad de retrospección y extroversión castiza, eso si no se demuestra lo contrario, claro.

Europa Sur, 8 de septiembre de 1997

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