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26 de agosto de 2009

Árboles urbanos

de "El fragante esplendor"
a Miriam, a Pablo, a Antonio, a Fernando.
Mención honorífica XI Premio de Poesía
“VICTORIA KENT”, Algeciras 2009
Inédito

Hay árboles que rondan con pasos de hoja oscura
y palpan con sus dedos las grietas de fachadas;
que cubren la ciudad con tramas de sus manos
en gajos de esmeraldas fundidas en racimos.

Hay árboles que charlan con lienzos de veleros
y reman con sus tallos en fuentes de glorietas;
que sueltan sus cabellos por ramblas del asfalto
e idean sobre esquinas ojivas y campanas.

Hay árboles que trazan bosquejos ante estadios,
por calles y alamedas nostálgicas de bosques;
que miden con semáforos sus músculos herbales,
su aurora eterna en lumbres de orfebres del idioma.

Hay árboles que agitan su carne de hojarasca
y tiemblan sus cortezas con cobres vegetales;
que muestran su desnudo de corcho salpicado
con limo sin riberas, verdines de hongo y musgo.

Hay árboles que sufren ronqueras y desgarros
ante ojos electrónicos de gentes exquisitas;
que rasgan sus camisas, desvisten sus maderas
y dulces chorros abren de moras y naranjas.

Hay árboles que acuden a teatros y a mercados
a hablar de soledades del campo en los museos;
que inundan de color el pecho de las calles
y pintan su retrato en charcos de la lluvia.

Hay árboles que siembran motetes de sus pájaros
salvados en secretas bodegas de sus troncos;
que el nido de sus huesos ofrecen a estorninos,
sus venas al oráculo que sorbe savia y tuétano.

Hay árboles que cantan baladas de espesuras
con timbres bienhechores por sórdidas terrazas;
que inducen a tertulias por yermos bulevares
con éxtasis de vino y cantos perdurables.

Hay árboles que abrazan el asma de acordeones
y posan sus mejillas en caras de violines;
que encienden su lenguaje con bocas de la acera
y besan las suturas del mundo en los alcorques.

Hay árboles que alteran el habla de la noche
con danzas serpentinas en cuerpos de alambique;
que trenzan con sus manos virtudes indomables,
bocinas y guirnaldas, deseos de andar descalzos.

Hay árboles que viven mirando tus ventanas
y avivan mariposas con ojos de arboleda;
que muestran tu mirada en verdes de columpios,
tus pasos en su espejo, sus alas en tus raíces.

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