Un drago es cúpula y
vientre, gigantesca antigüedad;
de zureo y beso, registro;
tacto de hojas y de manos
en primicias esenciales.
En la arisca urbe,
retablo; ante el mar, anclada nave;
vegetal pulpo en jardín,
en terrena inclinación
de molusco urbanizado.
El ciclópeo tronco
entiende a balandros y a gabarras,
a la voz del mar en pisos,
a bocinas de autobuses,
y a los fuegos a su
sombra.
Es tan vivo el aleteo de
los cuerpos por la orilla,
en la playa del latido,
como un pecho de paloma
entre ramas de un dios
drago.
El hallazgo entre sus
ramas, de oro vivo y plumón tibio,
es la savia de ternura que
se pierde en la ciudad
por los cauces del
estruendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario