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12 de marzo de 2015

Voces ácimas

a D. Solomón Seruya,
y a la comunidad sefardí de Gibraltar

Sueña el gris descifrar cábala y canon,
la alquimia de la voz del universo
prendida en candelabros de promesas,
entre libros sagrados y un destino.
Lamento y gozo en cantos de masora
salvados con semillas y candiles.

Son los huidos rubíes del patrio acervo
en este oasis de luz y pie nativos;
en la gris geometría, sangre en diáspora,
la historia y la esperanza en sus veneros
con luces de su estrella inextinguible.
Esta amalgama gris es su morada,
su regazo y refugio despejado.

Solamente sus hijos en vigilia,
el ave que en sus ramas hace el nido
y el romero que viste su esqueleto,
verán la plenitud de sus racimos
aunando uvas y agraces, luz y sombra,
cuando alcance el idioma su frescura,
madure la concordia en las viñas
y ofrezcan manantiales al desierto.

Doradas y grandiosas las trompetas
suenan demoledoras de murallas
con aromas de gálbano en aljibes
que riegan la certeza de la sed.
Pero si logras ver en sus señales
la antigua herencia al son de su macor,
verás las cicatrices del estigma
por el celoso rito del su ley.

Han oído la voz ácima en versículos
ante el altar sagrado entre dos mares,
y al cantor en cerrada geografía.
Han oído el cataclismo, sus rigores;
la airada turbamulta de la cólera,
arquivolta vibrante en la memoria
con voces en rescoldos y pan dulce.
Han oído por las plazas de la mar
a músicos que tocan ante fuentes
al caer la tarde lúbrica y descalza
en incendios con mechas de holocausto;
y el corazón a toda hora vigía
con tiara terrenal y vasos puros.
Han oído y aprendido, han afinado
las luces del destierro y sus cristales
con diapasones vivos en la aurora,
en oriente iniciados y entre enjambres
con las ceras y mieles de armonía
bajo el sol de este gris en menoráh.

Han visto al sol bailar su danza orfebre
hasta dorar la copa del chaparro,
cuando un poniente de agrios naranjales
revive las hogueras ya extinguidas.
Han visto sus sortijas y sus broches,
sus ajuares, sus libros y palomas
esparcidos con armas y banderas;
la mirada en pavesas, roto el salmo.
Han visto al Justo sol abrir sus ojos
para honrar a los hijos de la arena,
expósitos inermes en la orilla,
hermanos del repudio, y en su mapa.

Aquí, en el gran confín de Sefarad.

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