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25 de agosto de 2010

D. Fernando Bachiller

Sr. Alcalde, Corporación Municipal, Autoridades, Señoras, Señores, Amigos:

En nombre de la familia de D. Fernando Bachiller, a la cual estoy unido por mi matrimonio con su hija Miriam, me honro en hacer un bosquejo de mi admirado, querido y respetado D. Fernando Bachiller Cabezón. En nombre de todos queremos manifestar nuestro agradecimiento a quienes han hecho posible que le sea otorgada esta distinción. Consideramos que tan alto honor se corresponde con el profundo cariño que D. Fernando mostró por esta Ciudad y por los linenses. Todos nosotros aún recogemos ese sentimiento de afecto y consideración de todos aquellos que le conocieron y apreciaron, de primera mano, su catadura moral, su ética profesional y su linensismo. Rasgos de su persona que permanecen frescos en la memoria de todos y que, con esta distinción, se perpetúa la reciprocidad que siempre ha caracterizado a este pueblo nuestro, cuya sabiduría medular le ha hecho distinguir siempre al forastero afincado de quien, con calidad humana, echa raíces profundas en su historia más sensible.

Reciprocidad, en lo afectivo y emocional; elevando el sentido de la acogida que siempre nos ha caracterizado y que ha hecho bandera de nuestro superior espíritu de la vecindad, del elegante saber estar, que no se nos puede negar y del que siempre hemos hecho gala. Cuando mi pueblo reconoce los méritos de D. Fernando, se reconoce asimismo como el pueblo que siempre fue, aún antes de constituirse como municipio independiente. Pero ese talante de mi gente es para mí difícil de dibujar, pues soy, y quiero ser, parte de este andamiaje humano. Entramado de esperanza y emociones que hacen de nosotros un pueblo en el que la altura de miras, la generosidad y el reconocimiento a la valía de quienes nos han elegido como pueblo propio, han ondeado desde siempre a la sombra del Peñón de nuestra existencia. Así la familia de D. Fernando entiende este acto como un doble homenaje a su memoria y a nuestro pueblo.

El Dr. Fernando Bachiller era natural de Portillo (Valladolid, 1924) En la ciudad de Valladolid se licenció en Medicina y Cirugía con la máxima calificación de Premio Extraordinario en la promoción de 1948. Desde el segundo año de Licenciatura mostró una gran valía intelectual, consiguiendo la plaza de alumno interno de cátedras clínicas por oposición y diferentes becas en asignaturas médico-quirúrgicas. Su perfil asistencial le movió a incorporarse como profesor en la Cátedra de Patología y Clínica Médica y a efectuar su especialización en patología cardiopulmonar.

Se me asegura que mucho influyó en su decisión el hecho de que su hermano Teo contrajera el terrible mal de aquélla época y que acabaría con su vida, dejando en D. Fernando una huella profunda que permanecería como un acicate y una poderosa motivación. Ya D. Fernando vería siempre a su hermano en cada paciente y pondría todos sus conocimientos y esfuerzos al servicio de una lucha contra el dolor del enfermo y el sufrimiento de las familias.

A comienzo de los cincuenta, del pasado siglo, llegaría a nuestra ciudad, a La Línea de la Concepción, como médico del Sindicato de Trabajadores Españoles en Gibraltar. Luego ganaría la oposición para dirigir el Dispensario de las denominadas “Enfermedades del Tórax”, impulsando las primeras campañas de detección y control de la Tuberculosis. Luego sería miembro fundador del SEPAR- Sociedad Española de Patología del Aparato Respiratorio.- También de Neumosur, una ramificación de la anterior con carácter andaluz y que es aún de relevante importancia médica.

La situación sanitaria de la Ciudad, en aquellas fechas, era desoladora. Él vino a luchar en el campo que le era propio; encontró la satisfacción profesional, también afecto y respeto. Y trajo consigo no sólo su equipaje científico sino ese bagaje emocional que le llevó a sentir la medicina como un valor humano, y que le hizo acreedor de la confianza de sus pacientes y el reconocimiento de los hogares. Descubrió el sencillo y luminoso encanto del Alma Linense. Y su alma, ancha como la meseta que le viera nacer, se hizo más grande entre nuestros dos mares. Comprendió, como tantos otros que llegaron con bien a La Línea, el carácter linense y sus peculiaridades, personalidad colectiva que nada ni nadie podrá cambiar. Y La Línea le acogió como sólo sabe hacerlo nuestra gente cuando atisba la calidad humana. Su lucha estaba en pie y, allí donde su servicio era requerido, acudía con su doble vademécum, el de sus conocimientos y su excelencia humana, su corazón y su alma. Y acudía D. Fernando allí donde ni la policía entraba, la de entonces… En cualquier lugar de la ciudad, era respetado, aceptado y reconocido. D. Fernando descubriría enseguida el genio y personalidad del linense, y su alma ancha, su corazón enorme, sintió ese pálpito con que los linenses sentimos y reconocemos, como la piel reconoce el tacto afectivo, como los antiguos linenses, eternos zabaleños, reconocían lo potable del mar en pozos de la orilla misma. Un aliento difícil de explicar, al menos para mí como antes he dicho, pero que hay quienes lo entienden y lo sienten, lo sufren y lo cantan, lo pregonan y lo otorgan… Y saben de qué hablo. Ese soplo lo descubrió D. Fernando y lo hizo suyo. Muy poco puedo decir de su importancia científica, por mi ignorancia tengo que remitirme a datos y notas de su apretada biografía. Pero del corazón y del alma, de su calidad humana… De eso si puedo hablar y dar fe, no sólo por mi vínculo sino por mi convivencia familiar con él hasta su último día.

Confieso que me aplastaba, como linense de cuatro o cinco generaciones de sangre en este Zabal, que este D. Fernando llegado de Castilla, demostrase más linensismo que el mío propio. Solía alzarse, como sólo lo hace un linense lúcido y enamorado de su pueblo, alabando las virtudes que encontró en La Línea de la Concepción desde que aquí llegó. Y nos refería hechos de personas, como lo harían mis abuelos, con todo detalle de parentescos y nutrido anecdotario, haciendo gala de su conocimiento sobre vecinos… Como hacemos los linenses desde que tengo uso de razón: disfrutando de su ciudad y con su gente ¡Y él conocía a tanta gente! No puedo olvidar el entusiasmo de D. Fernando defendiendo a su pueblo, a La Línea, como muchos linenses lo hacen. Y es que, La Línea de la Concepción también era el pueblo de D. Fernando, un castellano de gran talla que nos llegó del Arrabal de Portillo a este histórico Arrabal de Gibraltar.

Inició una nueva andadura profesional como Director del Dispensario del Patronato Antituberculoso, considerado entonces como un destino de excelencia para recién formados especialistas. Y fue su director hasta la extinción del centro. De la magnitud del trabajo desarrollado por D. Fernando Bachiller en nuestra ciudad, da una idea el hecho de que a lo largo de tres décadas pudieron documentarse en el Campo de Gibraltar más de cien mil pruebas de detección de tuberculosis en las distintas poblaciones de la comarca. La situación médica en aquellos años era claramente deficitaria y con una enorme prevalencia de enfermos tuberculosos, siendo esta dolencia considerada como un problema prioritario de salud pública en aquel momento.

De manera concomitante, y como Director del Dispensario de nuestra ciudad, impulsó estudios pioneros en su campo. En el ámbito de la Tisiología, D. Fernando Bachiller presidió el grupo de especialistas de mayor prestigio a nivel nacional, la sección TIR de la Sociedad Española de Neumología. Gracias a su mecenazgo nuestra ciudad acogió sesiones científicas y congresos del referido grupo y del correspondiente de la Academia Americana de Enfermedades del Tórax. Ellos condujeron a la modernización del tratamiento actual de la tuberculosis y D. Fernando participó, desde La Línea, en los primeros estudios europeos de evaluación terapéutica por Rifampicina. Ya en los años 60 participaba en congresos internacionales (Rusia, países centroeuropeos, Estados Unidos de América), llevando el nombre de La Línea a todos esos lugares. Fue nombrado académico por la de Medicina de Cádiz, la más antigua de España, convirtiéndose así en el primer médico académico en La Línea de la Concepción.

Cabe destacar que su labor pionera, junto con sus colaboradores, sigue en vigor en la actualidad. En esencia elevó la medicina al máximo nivel científico y profesional en nuestra ciudad. Convirtiendo el escandallo linense como una referencia en su especialidad. Unía así el nombre de La Línea de Concepción a una de las más dignas labores del ser humano como lo es la lucha contra la enfermedad. Su vinculación personal y profesional a La Línea le llevó incluso a renunciar a cargos en otras ciudades y a apostar por nuestra ciudad. Otro rasgo destacable de su carácter era su incansable capacidad de trabajo; y su acervo cultural que hacía de él un gran conversador.

Aquella acogida que tuvo por parte de los linenses es la hoy entendemos como refrendada, ya que aún se mantiene viva. Acogida que fue forjando en él a un linense: la ciudad lo hizo suyo. Porque aquellas manos que se tendieron hacia él hallaron la respuesta de su mano, una reciprocidad humana que ha sabido transmitir a sus hijos y nietos. A nivel personal la figura de D. Fernando no se entiende sin la de su esposa: Marili Luque, vallisoletana como él. Tampoco sin D. Fernando se entendería la de Marili, señora de extraordinarias cualidades intelectuales y humanas, que se trasladó a La Línea de recién casada y que fue un auténtico motor para la actividad de D. Fernando, y de su hogar. Sin renunciar a su propia labor profesional como licenciada en Filosofía y Letras, ya que ejerció la docencia hasta su muerte accidental, lamentable y prematura, compatibilizándola con la atención a los ocho hijos que tuvieron en común. Todos ellos, siete son linenses, permanecen actualmente fuertemente vinculados a nuestra ciudad, en la que residen tres de sus hijas con sus esposos e hijos linenses.

D. Fernando y Marili supieron exteriorizar hacia los linenses su personalidad, afabilidad sin afectaciones, siendo muy frecuente verles entre numerosos amigos, recogiendo la simpatía de cuantos les conocieron, o participando en actividades culturales o de otra índole que se celebrasen en nuestra ciudad, y sintiéndose, ambos, linenses.

D. Fernando Bachiller Cabezón falleció el 16 de agosto de 1997 en La Línea en dónde recibió sepultura junto a su esposa.

Y aunque desde que llegó lo ha sido, hoy es ya linense no solo por elección propia sino por adopción. Por ello, en nombre de toda su familia, expresamos nuestra gratitud por este reconocimiento que entendemos como linenses que somos y de todo corazón.

Muchas gracias.

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