enjuta en la ribera y ahogada en la montaña.
Cancelas de la arena abiertas en mi pecho,
cerradas en mi espalda mordida por las hienas.
perfiles de chamizos, cristales en cenizas
con sangres mutiladas, y rosas sobre el suelo
que reptan por mi mundo de niños con fusiles.
Rumiantes costillares como un bajorrelieve
de escuálidas praderas, pintadas, esculpidas
en cerros del estiaje y arroyos del guepardo.
con puños y con dientes se arranca mijo y caucho,
las flautas de azafranes, utópicos diamantes
y, en charcos de violencia, la sed arracimada.
hasta hoscos callejones de lémures y gerbos
que pastan, junto a gatos, los verdes que yo busco,
promesa tan remota del valle que imagino.
cipreses y marfiles, campanas y timbales,
con cruces y mis dioses se funden acá lejos,
tras olas, entre escollos de andenes y edificios.
parterre es de violetas por nieve de ciudades,
escombros de arrabales e idiomas retorcidos
de dulces lagos gélidos, como ojos de azul norte.
me duermo sobre playas del sueño que no olvido
desde un allá lejano hasta un acá tan lejos.
Y acudo a las cabinas donde hablo con gacelas.
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