(Erase de un jardinero...)
a José Hierro
El hombre miró al Sol y a la Tierra,
barrunto de mar y cielo puro.
La tierra seca, berrenda en polvo,
como página desnuda en la espera.
El hombre surcó la terquedad seca
y surgieron las olas vegetales,
cultivo de sus brazos y soñada
por su frente labriega de poeta.
Muy lejos de la mar, en la meseta,
a golpe de agua dulce y de esperanza,
en Nayagua brotó la mar florida
y un milagro de luces que navega.
Jardinero, piloto de los poemas
de su alta frente de viril ternura,
riega de luz su página terriza
y sus versos hasta el mar regatean.
Jardinero, la mar a ti te sueña,
adornarse quiere con tus cultivos,
anhela oírte el nácar de sus orillas,
desea beber tus labores de estrellas.
Dichoso tú, que a ti la mar te piensa,
labriego del hermoso sudor de oro,
porque tú la soñaste en arriates
y a Nayagua llegó tu primavera.
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